cuántos españoles hay por aquí?

Que paséis una feliz nochevieja y empecéis el año 2011 de la mejor manera posible.
Ya seguiremos con el juego, Katamari...
 
"Bueno, supongo que eso ayudaría..."

Sonrío, y me ajusto un poco las gafas con mi mano derecha al mismo tiempo que camino hacia el sofá que está en el centro de la habitación. Llevo una blusa gris que no hace mucho para esconder mis voluptuosas formas, con los primeros botones desabrochados mostrando un prometedor canalillo, y una falda negra que tiembla de una manera incitante sobre mis caderas con cada paso que doy. Mis zapatos de tacón clican sobre el suelo, hasta que me siento a un lado del sofá y cruzo una laaaaarga pierna sobre la otra. Otra cosa no seré, pero alta...

"¿Y tú qué, Bruno?" Pregunto con cierto retintín, mirándole de soslayo. "¿Tú no vas a hacer nada?" Lentamente, cruzo mis brazos por debajo de mis generosos pechos para colocarlos como si mis brazos fueran una estantería para ellos. Al mismo tiempo, enarco mis cejas, mirándole fijamente...

Desde mi silla en un rincón en sombras observo como se adentra en la habitación con esa suficiencia que suele adornarla. No me ha visto y eso me ha dado la oportunidad de observar detenidamente su cuerpo hecho para el pecado. Esa yegua está pidiendo a gritos que la domen, pensé.

- Buenas tardes, Kat. Veo que llevas el pelo más largo y la falda igual de corta. ¿Ya no saludas?
 
Mi cuello de cisne gira para que mis ojos puedan fijarse sobre el origen de esa nueva voz que no reconozco. Vaya, un tipo que está en las sombras... ¿acaso necesita esconderse?

"Yo sólo saludo a la gente que conozco... y no creo haber hablado nunca antes contigo..." Sonrío pícaramente, provocándolo.
 
-Deberías, Kat, deberías. Bruno, vete a tomar un café. Yo me hago cargo de este asunto.

Bruno salió del despacho sin decir ni una palabra. El extraño desconocido se levantó y se dirigió lentamente hasta quedar frente a Kat.

- He comprado esta empresa y ahora trabajas para mi. Han pasado 15 años, Kat y el tiempo ha sido benévolo con tu cuerpo, pero veo que sigues siendo la zorra implacable que eras. ¿Puedo ayudarte con eso tan importante que tendría que hacer Bruno?

- ¡Miguel! - susurró ella dándole un vuelco el corazón.

De pie ante ella estaba el muchacho con el que había tonteado en su pubertad, ahora convertido en un hombre hecho y derecho. Alto, fuerte, pelo negro muy corto y perilla... pero los oscuros ojos que ahora la miraban sonriendo cínicos eran los mismos que la habían mirado con adoración y que habían llorado cuando lo dejaron. Ahora no parecía que fuesen a volver a llorar... ni que fuese inteligente intentarlo.
 
Aprieto mis manos entorno a mis brazos. No me gusta nada el giro que ha tomado esto. A nadie le gustaría tener a un ex como jefe en la empresa, y menos a uno como Miguel. Incluso menos aún cuando obviamente te guarda rencor, ¿y porqué? Por tonterías. Por flirtear, como hacen todos los adolescentes. Y bueno, yo tenía (y tengo)... un buen par de razones para flirtear. Inmediatamente, empiezo a abrocharme los botones de la blusa.

"No estoy para bromas, Miguel. Déjame en paz." Digo muy malhumorada y frunciendo el ceño.
 
-¿Ni siquiera un "Hola, Miguel ¡cuanto tiempo!". Bien, si seriedad es lo que quieres...

Miguel rodeó la mesa y tomó asiento con esa media sonrisa que lo hacía tan atractivo. Tecleó unos instantes y giró la pantalla del ordenador hacia Kat.

- Como Directora Creativa de la firma necesito que te hagas cargo de la nueva imagen corporativa. Trabajarás directamente bajo mi supervisión. Eso puede ser tomado como un ascenso, pero no te lo creas todavía, aún tienes que ganártelo. Mañana tenemos una reunión con la cúpula de la empresa en la sede de París, así que prepárate. Viajaremos esta tarde en el jet privado de la compañía, a las siete. ¿Alguna pregunta?
 
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